COZUMEL: ¿DESASTRE ECOLÓGICO?


Opinión de Isabel Turrent

Haciendo a un lado las tazas de café, los representantes de varias organizaciones ambientalistas y empresariales de Cozumel me pasan a través de la mesa oficios, artículos y memoranda que documentan la existencia de un Fideicomiso que incluye a Banamex, la Secretaría de Turismo, Semarnat (la de medio ambiente y recursos naturales) y el gobierno de Quintana Roo. El proyecto de mil millones de dólares que financian y apoyan pretende extraer, para empezar, entre 5 y 6 millones de m3 de arena del banco norte de la isla, con posibilidad de prórroga hasta 21 millones de m3 en 10 años. Arena que irá a parar a las playas de Cancún.

El deterioro de las playas de Cancún y Playa del Carmen, asoladas por tormentas y huracanes, no es menor, y las organizaciones de Cozumel están conscientes de la necesidad de ofrecer a los turistas de Cancún "playas y mar" en la próxima temporada vacacional. En Quintana Roo, un millón de personas depende del turismo -según informa uno de los reportajes más completos que han salido en la prensa capitalina sobre el tema (Milenio, "La Guerra por la arena…", agosto 1o. 2009).

El problema es que la solución que pretende dar el proyecto es costosísima y, además, temporal. La UNAM y una miríada de especialistas y organizaciones ecologistas han advertido ya que tormentas y huracanes arrastrarán tarde o temprano las nuevas playas al fondo del mar. El mismo secretario de Turismo, Rodolfo Elizondo -citado por Milenio- advierte que "no hay garantía de que la obra sea definitiva". La arena de Cozumel es más fina y frágil que la de Cancún y existe el precedente de la pérdida de arena que fue colocada en las playas de Cancún después del huracán Wilma en 2005.

Lo que pocos dicen es lo que todos en Quintana Roo saben: el origen de la desaparición de las playas de Cancún está en que los hoteles se construyeron sobre la duna y destruyeron los manglares que protegían las playas. Un desastre ecológico irreversible, que el consultor contratado por Semarnat para aprobar el proyecto, Ricardo Juárez Palacios, debería conocer muy bien. Este funcionario de "pasado oscuro", según fuentes de Milenio, estaba en la Secretaría cuando se dieron los permisos de construcción a los hoteles de Cancún.

Ahora, Juárez Palacios y Mauricio Limón Aguirre, que encabeza nada menos que la Subsecretaría de Gestión para la Protección Ambiental y es uno de los principales abogados del proyecto, podrán agregar a su currícula un nuevo desastre ecológico: los destrozos inevitables que provocará en Cozumel la extracción de arena del banco del norte.

Cozumel tiene la forma de una vieja daga desgastada. La punta señala al Sur, la base al Norte. El bellísimo Oriente de la isla está expuesto a mar abierto y a la fuerza de los huracanes. El Occidente, que da al canal de Cozumel, tiene pocas playas y, a pesar de que está más resguardado, ha sufrido daños considerables cuando los vientos huracanados azotan la isla. El Norte ha padecido mucho menos gracias al bancal que prolonga su superficie bajo el mar. Olas y vientos rebotan contra el banco antes de tocar tierra. El bancal sustenta, además, una flora y fauna variada y rica. Es la incubadora, entre otras especies, del caracol rosado, una especie protegida y en extinción. La extracción de 6 millones de m3 del banco -que las organizaciones cozumeleñas han calculado corresponde al volumen de 30 edificios de ocho pisos- daría al traste con el bancal y la zona que lo rodea. Provocaría un daño irreversible que estamos apenas a tiempo de evitar. En la carta marina que mis anfitriones colocan sobre la mesa -y que hicieron llegar a las autoridades involucradas en el proyecto- se dibujan en ocre sobre azul los muchos bancales cercanos a Cancún que se podrían usar como fuente alternativa de arena.

Frente a la gama de problemas que arrastra, el consenso político que rodea al proyecto es a primera vista inexplicable. La Semarnat, institución encargada supuestamente de proteger nuestro ambiente y recursos, debería haberse opuesto desde el principio. El presidente municipal de Cozumel, Juan Carlos González Hernández, ha colocado otros intereses sobre la defensa de los recursos de la isla y la voluntad de sus gobernados -que se opusieron al proyecto a través de una consulta popular. González Hernández apoya el proyecto: en este asunto de la draga de las arenas cozumeleñas está, dice, "entre la espada y la pared". Entre la espada de los intereses de la comunidad que gobierna y, seguramente, la pared del parentesco: es primo hermano del gobernador de Quintana Roo, Félix Arturo González Canto. La misma historia de siempre: compadrazgos, funcionarios ineficientes y políticos que olvidan que están para servirnos.

El consenso político es tan sólido que el único que puede evitar ahora el desastre ecológico que amenaza a Cozumel es el presidente Calderón. Debería detener el proyecto: la Historia, con mayúsculas, enseña que las crisis económicas van y vienen y un país con voluntad puede resolver muchos de los peligros que nos acechan. Pero no puede revertir los desastres ecológicos. Ahí sólo funciona la prevención.

(Reforma)