Impacto Ambiental. Pino de Mar

Juan José Morales

Jim Conrad, un infatigable naturalista enamorado de la flora, la fauna y la gente del Sureste de México, comenta en su boletín de Internet haber observado en un hotel de la zona de Majahual, en Quintana Roo, una abundancia de ejemplares jóvenes de casuarina, árbol muy común en las costas de la península al cual por su aspecto también se conoce como pino de mar o pino caribeño y en la nomenclatura científica se denomina Casuarina equisetifolia. Pero —dice Conrad— el personal del establecimiento asegura que no los había antes del huracán Dean, que azotó la costa Sur de Quintana Roo en agosto de 2007. Parece, pues, que de alguna manera la devastación causada por el meteoro creó condiciones favorables para la propagación de esos árboles. Y ello no puede considerarse muy positivo, pues es una especie indeseable, que los biólogos consideran una verdadera plaga.
A pesar de su nombre común y su apariencia, no es un verdadero pino. Pertenece a una familia botánica muy diferente a la de las pináceas: la de las casuarináceas, originaria de Australia y Nueva Guinea, que comprende unas 90 especies de arbustos y árboles, de los cuales en México también tenemos la Casuarina cunninghamiana. Lo que parecen ser hojas en forma de agujas o acículas como las de los pinos, son en realidad ramillas verdes. Las verdaderas hojas son pequeñísimas escamas triangulares y brotan en los entrenudos de esas ramillas.
Pues bien, la casuarina es indeseable por muchas razones. Por principio de cuentas, desplaza a las especies nativas y compite con ellas tan ferozmente que incluso inhibe su crecimiento con ciertas sustancias tóxicas liberadas por las ramillas muertas que caen al suelo. Por ello en torno a las casuarinas hay siempre una zona muerta donde prácticamente no crece nada, ni siquiera hierbas.
Por otro lado, no ofrece refugio ni alimento casi a ningún animal. En las casuarinas ni siquiera anida ave alguna. Otro grave inconveniente —en las playas— es que su extenso sistema de raíces impide a las tortugas marinas excavar sus nidos en la arena. Y a cambio de tantas desventajas, no tiene ninguna ventaja. No da ningún producto aprovechable y su madera es de muy mala calidad. Hasta como leña es pésima.
Introducida a México a fines del siglo XIX para plantarse en zonas áridas y estabilizar los médanos de arena en las playas, se ha propagado por amplias regiones, pues es muy adaptable y crece en una gran diversidad de suelos y climas, desde las zonas tropicales al nivel del mar hasta las regiones templadas y semiáridas del altiplano a dos mil metros de altitud, e incluso en terrenos muy alcalinos.
Pero, como decíamos, si bien en algunos lugares ha resultado útil —por ejemplo para formar cortinas rompevientos o para estabilizar médanos arenosos—, en muchos otros su presencia ha tenido muy graves consecuencias. En el caso de la península de Yucatán, se ha visto que causa más daño que bien, y por eso se recomienda erradicarla. En la Reserva de la Biósfera de Sian Ka’an, ello se hace de manera sistemática. Y en general sería bueno hacerlo en todas partes. No necesariamente derribando los grandes ejemplares ya existentes, pero sí impidiendo que crezcan otros. A las nuevas casuarinas hay que arrancarlas sin contemplaciones antes de que empiecen a causar daños.
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